En medio de la pelea entre Javier Milei y el Chiqui Tapia, Alejandro Bercovich planteó que no piensa caer en el reduccionismo de “elegir entre el Chiqui Tapia y las sociedades anónimas deportivas”, y advirtió que detrás del supuesto “fútbol moderno” se esconde una disputa más profunda: la apropiación del trabajo comunitario que sostuvieron generaciones enteras de socios e hinchas.
Bercovich describió a los clubes como “un espacio de acción comunitaria, un espacio de trabajo social, un espacio de comunidad simple y sencilla”. Según señaló, ese entramado desafía “la lógica de puro mercado que quiere imponer la ultraderecha en este momento en la Argentina” y que, en el deporte, toma forma de las SAD.
El periodista alertó sobre la pérdida de competencia genuina que implican los modelos empresariales en el fútbol. Recordó que “matar la competencia es matar la esencia de lo que une a los hinchas con los clubes”, y defendió la necesidad de que los títulos se definan “en buena ley, sin trampa”, lejos de decisiones administrativas tomadas en escritorios.
Bercovich mencionó el caso de dos clubes con el mismo dueño que aspiraban a jugar el Mundial de Clubes, pero debieron someterse a la decisión empresarial: “el que decidió quién lo jugaba y quién no fue el dueño”. “¿Vos te imaginás ser hincha de uno de esos clubes?”, planteó, calificando la situación como una “expropiación” del trabajo sedimentado en décadas de vida institucional.
Bercovich también recordó experiencias recientes alrededor de personajes como Foster Gillette: “Trajeron a un magnate que estafó a Estudiantes de La Plata… y que después se fue como el chabón del monorriel de los Simpson”. En contraste, valoró el rol social de los clubes, que para muchas familias representan “su ventanita a sentarse en un parque” o un lugar para que sus hijos hagan deporte.
Hacia el cierre, llamó a romper la lógica del “balotaje” entre dirigentes como el Chiqui Tapia y capitales privados. Propuso, en cambio, que los propios socios y socias recuperen el protagonismo: asociarse, votar, participar y “presionar a la dirigencia para que represente a la gente y para que evite esta expropiación que representan, insisto, las sociedades anónimas deportivas.” Frente al ruido de las disputas públicas, confió en que existe “una mayoría silenciosa que sigue disfrutando de los clubes” y que puede cambiar la historia si se involucra más.