
En Argentina, la etiqueta de “nuevo Maradona” fue, durante treinta años, una profecía autocumplida… pero al revés. Cada talento creativo, a menudo con el número 10 en la espalda, era medido con la vara del mito, más por necesidad colectiva que por verdadera similitud técnica. Con el triunfo mundial de Messi, ese juego de comparaciones perdió sentido; antes, sin embargo, la lista de los “herederos” que nunca llegaron a rozar las cimas de Diego es larga, y constituye un relato sobre cómo ciertas expectativas pueden desviar carreras enteras.
Ariel Ortega, el talento que se perdió en el momento decisivo
El 10 de Argentina en Francia ’98, con fantasía de líder y la idea generalizada de que era el elegido. Sin embargo, su Mundial es recordado por la expulsión en cuartos ante Holanda: el célebre “cabezazo a Van der Sar” tras una simulación en el área, episodio que marcó tanto el partido como el juicio sobre él. El peso simbólico de aquel gesto describe bien lo frágil de la investidura: Ortega nunca convirtió su talento en dominio, ni en los clubes ni en la Selección.
Diego Latorre, el primero de la serie
Entre los primerísimos en ser comparados con Maradona, Latorre llegó a Europa en 1992 para acompañar a Batistuta en la Fiorentina: de aquellas expectativas quedaron apenas dos presencias en el club y una carrera reencauzada en otros destinos. Incluso en la Selección, más allá de la Copa América 1991, no consiguió dejar huella. Una historia que demuestra cómo la marca de “heredero” suele ser más un lastre que una medalla.
Javier Saviola, el fenómeno juvenil que no se convirtió en faro
A nivel juvenil fue casi irrepetible: 11 goles y doble premio, Bota de Oro y Balón de Oro, en el Mundial Sub-20 de 2001, récord que aún resiste. En el fútbol de “los grandes” brilló a ratos, pero sin imponerse jamás como referente absoluto de la Selección: significativo el buen Mundial 2006, con gol a Costa de Marfil y participación en la célebre goleada a Serbia y Montenegro, pero quedó como un destello aislado en su recorrido con la Albiceleste.
Andrés D’Alessandro, el “enganche” sin herencia
Formado en la misma generación dorada de Saviola, D’Alessandro reunía muchos rasgos del 10 argentino: control orientado, regate corto, visión. También a él le llegó el sello mediático de “nuevo Maradona”. En Europa tuvo fortuna dispar: fichaje récord del Wolfsburgo y luego cesión al Portsmouth en 2006, donde fue ídolo en un final de temporada que significó la salvación del club, sin dar continuidad ni transformarse en el faro de la Selección mayor. Otro talento a medio camino entre la poesía y el impacto.
Carlos Marinelli, la mitología importada a la Premier League
A finales de los ’90 Inglaterra se enamoró por adelantado de la idea: Marinelli, mediapunta de 17 años, llegó al Middlesbrough presentado por la prensa como el “nuevo Maradona”. La realidad fue muy distinta: 43 partidos y 3 goles en Premier, sin continuidad y con una trayectoria que alimentó la sospecha de que la comparación, más que un elogio, fue un boomerang.
Un caso aparte: Riquelme y Aimar, enorme clase, distinto peso
Riquelme y Aimar fueron dos 10 exquisitos, a menudo envueltos en el espejo de Diego. El primero, definido en su tiempo como “el nuevo Maradona”, fue un “heredero reacio”: estilo muy distinto, entrenador en el campo más que solista del regate, e incluso se retiró de la Selección en 2009 en plena polémica con el propio Maradona como seleccionador. El segundo, mago admirado por Messi y por el propio Diego, dejó la sensación de un palmarés menor al de su talento. Dos campeones auténticos que, aunque marcaron una época, no replicaron el impacto total del mito.
Por qué la etiqueta casi nunca funciona
El fútbol argentino ha producido generaciones de “enganches”, pero el juego evolucionó: espacios reducidos, presión alta, crecientes responsabilidades defensivas. Pedirle a un joven que fuese “el nuevo Maradona” significaba imponerle un rol y una narrativa a menudo fuera de tiempo. Así, entre presiones mediáticas, traspasos precipitados y contextos tácticos inadecuados, muchos talentos oscilaron entre destellos e incompletitud, sin convertirse en líderes absolutos de clubes y Selección. El mero hecho de que exista una página enciclopédica dedicada al término “New Maradona” cuenta que el fenómeno fue más cultural que deportivo, y cómo se apagó una vez que Messi llenó ese vacío simbólico.
Hoy: Argentina campeona vigente y la mirada hacia 2026
La Albiceleste llega a 2026 con una clasificación anticipada y un ciclo ganador bajo Scaloni. En los análisis internacionales sigue entre las principales candidatas al título, con valoraciones que oscilan según el estado de forma y las incógnitas sobre Messi. En este sentido, las estimaciones de los mercados – por ejemplo las que se mencionan en operadores de referencia, como apuestas Bet777 – reflejan una percepción: Argentina es (todavía) una de las grandes favoritas, pero no la única. Es un dato informativo, útil para leer el sentimiento global más que para dictar conductas.
La moraleja de una caza al heredero
La lección es más grande que los nombres: nadie “se convierte” en Maradona porque Maradona fue un acontecimiento, no un perfil técnico. Ortega, Latorre, Saviola, D’Alessandro, Marinelli y otros llevaron la 10 como una herencia pesada, sin transformarla en dominio épico. La paradoja es que la maldición de la etiqueta se disolvió solo cuando otro fenómeno – Messi – ganó “como Messi”, no como clon. Hoy, más que buscar al nuevo Diego, conviene reconocer a los nuevos sí mismos. Y dejar que el campo decida, sin carteles colgados antes de tiempo.